HONRADEZ COMO SINÓNIMO DE VALENTÍA (CASI UN ENSAYO)

Poco entiendo de la existencia. Quizá por ello escribo. Escribir es pararse y lo que más necesitamos es pausa, de ese modo se puede mirar. Pero a pocos les interesa lo que sucede ante sus ojos, de ahí, supongo las pantallas o las frustraciones o las envidas o los resentimientos que se calzan a modo de viseras o de gafas oscuras. Supongo que si fueran conscientes de la superficialidad y la jaula en la que viven entrarían en shock, y eso provocaría un estallido inmenso e insoportable. Algo parecido a como cuando alguien se escucha por primera vez. Cansancio de nadas, pero en eso nos hemos quedado en una excrecencia de lo que fue la humanidad, porque solo veo monos absurdos o hienas histéricas o vacas crédulas, un zoo absurdo, que no leen ni piensan, sino que son puro impulso, mientras la conciencia se pudre entre cuatro o seis pulgadas. Pero a nadie le apena perder la inteligencia, es más, les encanta lanzarla por el sumidero de la necedad subvencionada porque la supuesta libertad, siempre sensación nunca real, se ha utilizado par ser cada vez más necios y más esclavos de los objetos o de lo intangible de dedos virtuales o redes que pescan vanidades.

Entristece ver a quienes comparten especie con uno como prefieren la idiotez , pero lo quieren así. Además son los idiotas quienes nos gobiernan, y luego hacen idioteces y nos quejamos o lloramos. Sin embargo, ¿qué se puede esperar de personas que prefieren parecer antes que ser? Con todo, aunque me entristezca, pienso que si los demás se conforman con esta miseria existencial, por mi parte tengo derecho a aspirar a otra cosa y, tal vez, por eso escribo, pienso o leo, también miro, y cuando lo hago siento que mi alma late, que hay posibilidades dentro de este arte y que lo mejor que puede sucederle a alguien que conserve un atisbo de sensibilidad es alejarse del mundo de los apócrifos o los lloricas o de los barrocos cobardes para que la escritura crezca sin complejos.

Cansa ver cómo los idiotas piensan que saben más que uno y cómo se atreven a dar consejos o emitir juicios sobre lo que no conocen. Pero, esa ya se sabe, cuanto más ignorante es alguien más cree que tiene derecho a opinar. Tampoco tiene que preocuparme en exceso; lo mío es otra cosa, y soy consciente de que poco me justan los apócrifos. Además, esta letras son apuntes -no llegan a ensayo. He aprendido que el secreto de la escritura es la paciencia. Quizá esto sea lo único que sé de la existencia, una vez arrancada la resignación que me inocularon en la escuela, en la familia o en el barrio: hay que hacer caso a la intuición de uno y dejar de lado las voces de los resentidos o envidiosos, porque no se trata de convertirse en una estrella del firmamento o en un nombre en una antología, sino de ser honrado con uno mismo. Pero no como se dice en los libros de autoayuda, ahí solo quieren convertirnos en esclavos sonrientes, sino honradez como sinónimo de valentía.

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