LA USURPACIÓN DE UN TÉRMINO: CULTURA

Aquello que un sector de la sociedad entiende por el mundo de la cultura siempre me ha sonado como una idea excluyente y elitista; ahora también en manos de supuestos intelectuales de izquierdas, clase media o trabajadora. Será porque vengo del mundo de las ciencias sociales, también de las humanas, dos conceptos que bien merecen también una revisión, que llamar cultura a una parte de la actividad humana me parece sospechoso. Algo así, de ahí viene, como cuando se dice que alguien tiene cultura o viene de una cultura inferior. Cultura es todo aquello que el ser humano realiza fuera de la Naturaleza y, aunque nos parezca mentira, incluso ir al baño lo hacemos de forma cultural. Para que exista cultura hay que tener conciencia del acto que se lleva a cabo y pensar sobre él. Es decir, cuando alguien inventa utensilios para cortar carne, por ejemplo, y llevárselos a la boca para no mancharse las manos ahí hay cultura; cuando alguien confecciona piezas de ropa, piel falsa, para no pasar frío o por razones estéticas ahí hay cultura y así, como se ha dicho, para cada una de las actividades humanas. ¿Por qué entones unos son el mundo de la cultura y otros no?

Siguiendo un poco la línea trazada por el arte y, sobre todo, la apropiación de ella por ciertas clases sociales, empezamos a acercarnos a qué se entiende por eso llamado cultura ¡qué incluso tiene un ministerio! y que según dichos intelectuales excluyentes aunque, repito, ellos crean lo contrario debe, como derecho universal, ser defendido a capa y espada, eso sí, previo pago de la subvención de turno. Fue en el s. XIX, ya antes en el s. XVIII se incubó el germen, por antropólogos británicos como Edward Burnett Tylor , que empezó a buscarse una definición de Cultura en contraposición a Naturaleza o estado de naturaleza. Dichos conceptos, tremendamente clasistas y racistas, querían diferenciar el ser blanco, masculino y europeo de lo que Jean-Jacques Rousseau, por ejemplo, llamaba el buen salvaje; definición dada por Tomas Moro en Utopia y combatida por Fray Bartolomé de las Casas en su Brevísima relación de la destrucción de las Indias en 1552. De ese modo, filósofos como René Descartes, David Hume o Julien Onffray de la Mattrie en su El hombre máquina indagan en la cuestión, ya que si esos seres descubiertos albergan algo parecido a un alma, entonces, tenían cultura. Parecía que no les bastaba con que construyeran casas, cazaran o tuvieran una lengua propia, sino que debían demostrar algo más para que fueran consideradas personas.

Como se ha mencionado, durante el s. XIX la Antropología, cuyos inicios sirvieron para que, sobre todo, el Imperio Británico recabase información sobre los pueblos colonizados o próximos a colonizar, se dedicó a buscar culturas, y su definición de esta amplió el abanico de lo que se entendía como tal. Con el paso de los años, s. XX, un grupo de personas se apropió, como habían hecho aquellos a los que decían combatir, del término cultura. Artistas, intelectuales acuñaron el término para definir su actividad. Puede que en los inicios no se separara de eso modo cultura del resto de actividades humanas, pero como cualquier grupo que adquiere cierta notoriedad incurrieron en los mismos vicios. Ellos eran la cultura, los garantes de ella, los importantes para el progreso -otra idea sospechosa. Se instucionalizó dicha definición, cayendo en el olvido la otra o siendo sustituida por otra que no se ajusta del todo: sociedad. Sin embargo, sociedad y cultura, aunque en ocasiones se utilicen indistintamente, no son lo mismo. Sociedad son las interacciones, la estructura, que se dan en cierto grupos humanos y en un territorio determinado; en cambio, cultura sería lo que envuelve aquella sociedad para que se diferencie de otra y no solo el idioma, sino costumbres, usos, creencias, modos de actuar.

Con la eclosión de sociedad de masas y de lo «pop», terminó por asentarse el término cultura referido al arte, a los servicios que nacen alrededor de él o para el mundo del conocimiento. Así pues, no solo se considera cultura las creaciones artísticas, sino también los equipamientos y las personas o empresas que trabajan para dicha actividad. Así pues es el capital y su apropiación del término quien pervirtió la palabra. Tal hecho da vía libre para que dentro de la Cultura exista algo llamado mundo de la cultura, como si ese mundo, tal y como sucedía con los monasterios o academias en tiempos pretéritos, sea el único que conserva la cultura o la hace progresar con sus acciones, mereciendo cierto trato de favor. Quizá los términos erudición, sabiduría, creatividad, entre otros, se ajusten más. Pero, seguramente, si existiera un ministerio de la erudición, la sabiduría o la creatividad nos daría la impresión de que estamos en 1984 de George Orwell o en Farenheit 451 de Ray Bradbury, entre otras novelas.

Así pues, se confirma la sospecha apuntada al principio del artículo: el mundo de la cultura ha usurpado el término. Eso hace que huela a elitismo o superioridad moral frente a otros que no participan de este, por mucho que digan lo contrario y se tengan postura inclusivas, y se llame cultura a un grupo reducido de la sociedad. Cada uno siga utilizando el término como quiera, aquí solo se apunta una posibilidad, pero que se tenga en cuenta que no solo ellos pertenecen al mundo de la cultura, sino que todos somos cultura, se realice la actividad que se realice.